martes, 28 de diciembre de 2010
El Imperio Bizantino.
Se fundó en el año 395 d.C al dividirse el Imperio romano y otorgarse la paz oriental, tras la caída de las regiones occidentales del mismo en el siglo V. Fue llamado Imperio bizantino ya que el antiguo nombre de la capital era Bizancio. Fue a lo largo de más de mil años el eje de una civilización que, conservando el recuerdo de la vieja Roma, fue, no obstante, griega y oriental. La armonía inicial entre Iglesia y Estado permitió que la primera época del imperio fuera de esplendor. Las Cruzadas sometieron a un esfuerzo excesivo los territorios de Bizancio durante el siglo XI y precipitaron la decadencia del Imperio. Constantinopla, la capital, fue saqueada en 1204 por los cruzados venecianos y conquistada en 1453 por los turcos otomanos.
Bizancio, que es el nombre dado a continuación de la parte oriental del Imperio Romano, sobrevivió a pesar de que en Asia tuvo que defenderse continuamente del peligro de persas primero y musulmanes después. Esta resistencia fue posible gracias a un excelente equipo de funcionarios, organizaron una eficaz administración y apoyados en un buen ejército, impusieron una fuerte autoridad.
En pocas sociedades el libro ha gozado de la estima que gozó en Bizancio. La apreciación del libro dio lugar a la aparición de las bibliotecas en las instituciones políticas, religiosas y educativas. Sin embargo las bibliotecas privadas se limitaron a un par de docenas de libros y debieron ser rarísimas las que llegaron a medio centenar. El comercio era ocasional y se limitaba mejor a obras de segunda mano. Focio fue la figura mas representativa de Bizancio y debió contar con una gran biblioteca, el principalmente fue una de las causas de la separación de la iglesia y estaba a favor de la esclavización de los esclavos.
Esta claro que si la Biblioteca empezó como pública en los tiempos de Constantino, terminó estando al servicio del Emperador y de su familia en primer lugar, en segundo lugar al de los oficiales del palacio; quizás también al de los funcionarios y personalidades con autorización previa. Es difícil creer que estuviera abierta al público.
Los monasterios de Bizancio a diferencia de los occidentales, no pertenecían a órdenes religiosas y cada uno se regía por su propia regla. Las bibliotecas en paralelo con la vida intelectual fueron mas en la capital que en las provincias. En estas las mejores se encontraban dentro de los monasterios que por su continuidad y su aislamiento del mundo fueron buenos depósitos para la conservación del libro. Entre las bibliotecas de los monasterios hay que señalar las de los veinte establecidos en los montes Athos, que en la actualidad poseen unos 120,000 volúmenes aunque tres cuartas partes son posteriores a la época bizantina. Quizá la biblioteca más importante de las no situadas en la capital fue la de san Juan de Patmos.
Si bien fueron los cristianos quienes quemaron la Biblioteca de Alejandría, aún así fueron los monjes quienes transmitieron una parte importante de la cultura clásica. Las antiguas reglas monásticas como las de Jean Cassien o de San Cesáreo de Arles ya recomendaban la lectura y hay también que subrayar el papel de los misioneros Celtas.
Por otra parte la miniatura bizantina ejerció en la Edad Media una amplia influencia en los países esclavos e incluso en Europa occidental. La conservación de los manuscritos bizantinos es menos buena que la de sus contemporáneos en occidente. Si bien la inspiración parecía superior, su técnica es pésima.
En la época del renacimiento cultural en los años 825 se ha señalado el apoyo que prestaron algunas novedades escriptorias que tienen su paralelo en el mundo occidental. La principal es el uso de la letra minúscula que se generaliza en los siglos IX y X sustituyendo a la escritura uncial, siendo más legible, más rápida de hacer y más económica de modo que causó una revolución al mismo tiempo en el que el papiro dejó de usarse.
Los talleres de copia o escriptoria de los monasterios que seguían la reforma y el modelo introducidos por Teodoro en el de San Juan Stoudius de Constantinopla, produjeron numerosas copias y formaron a muchos de los intelectuales que participaron en el renacimiento cultural. La primera gran figura es la de León del filósofo o el Matemático que vivió en Constantinopla a pesar de ser metropolitano de Tesalónica unos años.
Durante la primera mitad del XI continuó aquel impulso. Juan Mavropus estableció hacia 1028 una escuela superior privada en Constantinopla, donde enseñaron algunos de sus discípulos como Nicetas el gramático o Miguel Psellos, cronista imperial y, a la vez, filósofo conocedor de Platón, fue una figura intelectual de gran categoría pero no tuvo continuadores, como tampoco se consolidó la iniciativa de Constantino IX que creó en el año 1045 un nuevo centro de estudios superiores filosóficos y jurídicos en palacio -el de la Magnaura había desaparecido a fines del siglo X y dotó plazas fijas de profesorado, bolsas de estudio y bibliotecas
Fuentes: Escolar Sobrino, Hipólito. El cristianismo y el libro. Bizancio. 184-207. En: Historia universal del libro. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruiperez, 1993 / Escolar Sobrino, Hipólito. Bizancio. Pp. 109-123. En: Historia de las bibliotecas. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruiperez, pirámide, 1990. / Labarre, Albert. El libro en el Bizancio. P.26-27. En: Historia del libro. México: Siglo XXI, 2002. / Imperio bizantino. En: http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/828.htm [Consultado: 23 de septiembre de 2008.]
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